Esperanza en el karso
Enviado el 28 agosto 2007 - 12:10pm
Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.


Por Marcos Fernando López / Especial para El Nuevo Día
endi.com
Ya el futuro del refugio ecológico más importante de Morovis está decidido. Las 200 cuerdas de verde inmaculado dentro de la finca El Tambor serán conservadas a perpetuidad gracias al compromiso ecológico de los propietarios. El Fideicomiso de Conservación anunció la semana pasada que finalizó el acuerdo con los dueños para que la finca forme parte del programa de servidumbres de la agencia. De esta manera, los dueños renunciaron a los derechos de desarrollo y división de la finca pero continuarán siendo los titulares.
Todo para garantizarle a Puerto Rico un pulmón verde dentro del desarrollo urbano del centro de la Isla. “La familia ha estado mucho tiempo dedicada a la conservación y lo están demostrando. Están comprometiendo el patrimonio de sus herederos”, comentó Neida Pumarejo, directora de adquisiciones, servidumbres y donaciones para el Fideicomiso de Conservación. El programa de servidumbres tiene como propósito conservar áreas de alto valor ambiental para el País, pero sin que el Gobierno tenga que incurrir en los costos de adquisición. En este caso, los dueños mantienen los derechos de propiedad pero tienen que abandonar toda posibilidad de alterar el área designada para ser conservada.
Pumarejo señaló que el Fideicomiso busca terrenos de al menos 25 acres de tamaño y que tengan valor histórico, panorámico, agrícola, ecológico o hidrográfico. La finca tiene una importancia inigualable en el pueblo de Morovis por su tamaño y localización. Irónicamente, en el pasado las autoridades municipales intentaron apropiarse de los terrenos para allí construir un relleno sanitario, dijo Pumarejo.
Pero lo que le da importancia transcendental a esta finca es su diversidad ecológica y su localización en la zona kársica montañosa del norte. La finca consta de 200 cuerdas de montañas vírgenes, valles perfectos para la agricultura y mogotes, sumideros y cuevas llenas de vida silvestre. Allí habitan especies de reptiles y plantas endémicas, y animales en peligro de extinción como la boa puertorriqueña. Pero además de las especies que viven entre la abundante vegetación, el terreno de El Tambor es esencial para el sustento de la zona geográfica. De acuerdo a Jorge Báez, director de áreas naturales protegidas para el Fideicomiso de Conservación, la vegetación en estos terrenos kársicos ayuda a la captación de agua, que nutre las cuencas hidrográficas, y forma un cinturón verde que protege el ecosistema de la invasión urbana.
“Mientras más elementos tienen de lo que llaman el ecosistema kársico, más valor tiene porque representa lo que queda de lo que vamos perdiendo”, añadió. La finca ha sido propiedad de una familia -que decidió permanecer anónima- desde el siglo 19. En su historia, se utilizó para cultivar café, caña y cítricos. Pero hoy día los propietarios se dedican a conservar su estado natural.
Esta es la primera servidumbre bajo la nueva ley de diciembre de 2001 que otorga beneficios contributivos a todo aquel que done su terreno al programa. Bajo esta ley, los dueños reciben créditos contributivos valorados en la mitad del valor que perdió el terreno al ser designado servidumbre. Antes, sólo tres servidumbres se habían fijado. La directora añadió que en Estados Unidos el 50% de los terrenos que el gobierno tiene designados para conservación son producto de las servidumbres.
Próximamente, el Fideicomiso formulará un plan de manejo para mantener las condiciones de la finca y para decidir qué tipo de actividades recreativas o científicas se podrán llevar a cabo. Báez señaló que por la abundancia de aves, como el comeñame, el zumbador y la reinita, esta finca sería un lugar perfecto para la observación recreativa de pájaros, al igual que para estudiar otras especies endémicas.