Inunda a la Isla la polución lumínica

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Por Liz Yanira Del Valle / Especial para El Nuevo Día endi.com El fenómeno de la contaminación lumínica (alteración de la luminosidad natural nocturna que impacta adversamente el ambiente y la salud de los seres vivientes) quedó plasmado e indirectamente comentado por el excelso escritor caribeño José Luis González en su cuento “La noche que volvimos a ser gente”. Los personajes de dicha narración, puertorriqueños radicados en la ciudad de Nueva York, metafóricamente hablando “volvieron a ser gente” durante el famoso apagón de la ciudad de los rascacielos ya que en ese manto de oscuridad apreciaron las estrellas que tan frecuentemente avistaban sobre el cielo de su tierra natal. Si el autor viviera, pudiese escribir una segunda parte, pero no en Nueva York sino en Puerto Rico. Estudios científicos demuestran que la contaminación por luz artificial nocturna de la Isla ha ido en aumento. Los especialistas designan la situación anterior (de mirar al cielo de noche y no ver estrellas ni objetos celestes) como contaminación astronómica. Según, Olga Ramos González, analista de sistemas de información geográfica y percepción remota del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical del Servicio Forestal federal, Puerto Rico se distingue del resto del Caribe por la gran cantidad de luz que emite, asociada a un gran consumo de energía y desarrollos urbanos desparramados que hablan con “luz propia” de las actividades y forma de vida de los puertorriqueños. La información anterior nace de las imágenes satelitales, que desde finales de los 90 realiza un grupo de investigadores de la NASA y de la NOAA, para ver y captar el resplandor de las luces nocturnas provenientes de fuentes artificiales en la superficie terrestre. Dichas impresionantes vistas del planeta dibujan contornos de luz que conectan continentes, regiones, ciudades y poblados. Ramos González, comentó que estos cambios en la pureza natural de la oscuridad de la noche afectan sus parámetros químicos y físicos causados por el exceso de luminarias como los focos, postes de luz, lámparas y demás. En Puerto Rico, este resplandor luminoso o cielo incandescente de color blancuzco o anaranjado se aprecia claramente en los cascos urbanos. Un estudio realizado entre el 1992-1993 y 2000 reflejó que en la Isla no existían áreas con oscuridad absoluta. En mayor o en menor grado, Puerto Rico está influenciado por el resplandor de la luz artificial. El trabajo designó valores de saturación de luz de 0 (obscuridad absoluta) a 63 (saturación máxima). “En el área metropolitana de San Juan, corredores urbanos costeros y pueblos más densamente poblados o urbanísticamente desparramados, observamos que la saturación de luz artificial aumenta y se maximiza en extensiones considerables. Aunque en ambos años pueden advertirse bolsillos de oscuridad en Vieques y Culebra (valor igual a cero), es posible atribuir esto a intermitencias en la cobertura y a la resolución del satélite. Para el año 2000, no se percibe disminución de luz artificial en ningún lugar de Puerto Rico”, señaló la investigadora. Según Ramos González, es indudable que al presente, el problema de contaminación lumínica vaya en incremento debido al aumento poblacional, el desarticulado desparrame urbano y el uso de luminarias no apropiadas. “En zonas urbanas y moderadamente suburbanas de San Juan y pueblos vecinos es prácticamente imposible ver las nubosidades de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Sólo se observan un número reducido de estrellas, planetas y la Luna. Sin embargo, en localidades más rurales o de poca densidad urbana o suburbana como Vieques, Jayuya o Santa Isabel, la abundancia de objetos celestes aumenta dramáticamente y la Vía Láctea se hace plenamente visible”, indicó la especialista. El asunto es tan dramático que la influencia de la luz artificial nocturna emitida en la Isla alcanza fuera de la costa extendiéndose al mar.