Manos detrás de los fármacos

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Por Elba Betancourt Díaz / Especial El Nuevo Día endi.com ¿Alguna vez te has preguntado cómo llegó a tu mano esa medicina que te salvó la vida o alivió tu dolor? Para que un medicamento esté disponible para mejorar tu calidad de vida, se necesita un proceso de investigación que requiere años, dinero, conocimiento de expertos y la buena voluntad de las personas. Cuando los científicos tienen una idea que puede convertirse en un medicamento o tratamiento efectivo para cualquier enfermedad realizan pruebas de laboratorio en animales o células para determinar su toxicidad y potencialidad. Una vez terminada esta etapa es necesario hacer ensayos clínicos, es decir en personas. De acuerdo con el neurólogo Carlos A. Luciano, director asociado del Centro de Investigaciones Clínicas del Recinto de Ciencias Médicas, un estudio clínico bien diseñado es la forma más apropiada y eficiente de demostrar la efectividad de un tratamiento, porque permite observar los efectos secundarios y la toxicidad. “Los estudios anecdóticos no ayudan mucho a llegar a estas conclusiones. Hoy día hablamos de avances en la medicina, como los tratamientos para el corazón, y todo eso es producto de ensayos clínicos. Y éstos surgen gracias a personas que participan en los estudios, por esta razón es importante colaborar con estas pruebas”, dice Luciano. Asimismo, José Sorrentino, cirujano oncólogo en el Hospital de Veteranos, enfatiza que sin los ensayos clínicos para hallar tratamientos contra el cáncer, estaríamos igual que hace 50 años. “Constantemente se prueban nuevas formas de tratamiento para estos pacientes. No sólo de hallar nuevos medicamentos, sino de encontrar mejores resultados con los tratamientos que están disponibles”, agrega Sorrentino. Según explica el sitio en la red de la Sociedad Americana del Cáncer, en el siglo 18 se comenzaron a realizar lo que ahora se conoce como estudios clínicos, pero no fue hasta el siglo 20 que se extendió su utilización. A falta de estos estudios, los médicos y científicos dependían de la experiencia con sus pacientes y la enseñanza de sus antecesores para saber si un tratamiento era beneficioso y seguro. En la década de los años 30, la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) comenzó a supervisar la seguridad de los nuevos tratamientos y, en los años 60, exigió realizar pruebas de eficacia. En la actualidad, todo medicamento, cirugía o dispositivo médico requiere de estudios clínicos para ser aprobado. Luciano destaca que la participación en un ensayo clínico es voluntaria. Los posibles participantes tienen que ser orientados sobre el objetivo del estudio, el procedimiento y las posibles complicaciones y beneficios, entre otros aspectos de la investigación. Este documento de consentimiento tiene que ser explicado y leído antes de ser firmado. En cualquier momento, la persona puede retirar su consentimiento. Para garantizar la seguridad de los participantes en una prueba clínica y cómo se cumplirán con la leyes federales que rigen estas investigaciones se crearon los Institutional Review Boards (IRB) o Comités de Derechos Humanos. Estos grupos, compuestos por profesionales y representantes de la comunidad, evalúan el procedimiento de cada estudio clínico y monitorean su desarrollo velando por los derechos de los participantes.