PALEONTOLOGÍA: una ciencia poco conocida

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Por Jorge Vélez-Juarbe y Juan D. Daza / Especial para El Nuevo Día endi.com Un amigo se refería al descubrimiento de un gavial en Puerto Rico (noticia publicada recientemente en este periódico) como un interesante hallazgo arqueológico. Dado que continuará una serie de seis artículos de éste tipo, pensamos que valdría la pena comenzar con el tema de la paleontología y cómo esta ciencia difiere de la arqueología. La paleontología se estableció hacia el siglo 19 con George Cuvier, uno de los primeros en comparar animales actuales con extintos. La palabra se deriva de tres raíces griegas, “palaios” antiguo, “ontos” (ser) y “logos” (estudio), en conjunto definen la ciencia que abarca el estudio de la vida pasada por medio de los fósiles. La arqueología por su parte es una ciencia que estudia las antiguas civilizaciones por medio de restos creados por el hombre. Estas dos ciencias han sido popularizadas a través del cine, muchos recordarán las películas del arqueólogo del látigo, el Dr. Henry Jones Jr. (mas conocido como Indiana Jones), o las del Dr. Alan Grant, paleontólogo que era perseguido por dinosaurios en Parque Jurásico. Aunque estas películas presentan personajes imaginarios, lo cierto es que muchas personas hoy día se dedican al estudio de fósiles. Pero, ¿que son los fósiles? Este término proviene del latín fossilis que significa desenterrado. Anteriormente se llamaba fósil a todo objeto que era desenterrado. Hoy, el término se restringe a los restos de organismos que aparecen en secuencias de ciertas rocas de la superficie terrestre. Estos organismos se identifican y clasifican por medio de comparación anatómica. Para que un organismo se conserve en el registro fósil se requieren una serie de condiciones: el organismo debe tener partes duras (huesos, dientes, conchas); debe quedar en un área de alta sedimentación, tales como las cercanías de un río o en el océano; y se requieren condiciones químicas indicadas para prevenir que los restos del organismo se descompongan y desaparezcan. Generalmente las partes blandas tales como piel y músculos no se preservan, pero existen casos excepcionales donde organismos enteros han quedado atrapados en ámbar (resina de árbol fósil), en sedimentos de áreas pantanosas con bajo contenido de oxígeno, o fueron sepultados rápidamente por tormentas de arena como en la famosa localidad de Ukhaa Tolgod en Mongolia. La paleontología en Puerto Rico comienza desde principios del siglo pasado. En 1907, Cayetano Coll y Toste menciona la presencia de fósiles de dientes de tiburón en su trabajo sobre la prehistoria de Puerto Rico. Posteriores trabajos fueron realizados principalmente por paleontólogos norteamericanos tales como Harold E. Anthony, quien en 1916 participó en un estudio más amplio auspiciado por la Academia de las Ciencias de Nueva York. Quizás una de las personas más activas durante el principios del siglo XX fue Narciso Rabell Cabrero, quien se dedicó a colectar fósiles en las cercanías de su pueblo, San Sebastián, y a publicar sus hallazgos. Las importantes contribuciones de Rabell fueron reconocidas por los paleontólogos, nombrando varias especies de fósiles en su honor. Otro paleontólogo importante fue James W. Bee de la Universidad de Kansas, quien colectó en cuevas hacia 1957. Hacia finales de los años 70 se produjeron algunas expediciones organizadas por el Smithsonian, parte del material colectado en este tiempo fue estudiado por Gregory Pregill y Storrs Olson. A comienzos de los 90, expediciones conjuntas del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York y el Museo Nacional de Historia Natural de La Habana, realizaron importantes descubrimientos paleontológicos en Puerto Rico. Los hallazgos más recientes se han producido por personal de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. En próximos artículos estaremos discutiendo algunos de los fósiles de animales más representativos que se conocen de Puerto Rico. Entre estos, especies conocidas, algunas bajo estudio y otras posibles nuevas especies.