Puerto Rico: ¿una isla sin playas?

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Por Gillian Cambers / Especial para El Nuevo Día endi.com Toda la investigación científica llevada a cabo hoy día apunta hacia un aumento en la erosión de playas como una de las consecuencias de los cambios climáticos. Según la temperatura global aumenta, los océanos se expanden, y las masas de hielo en el Ártico y la Antártica se derriten más rápido que antes, causando un aumento en el nivel del mar. Las playas responden a este aumento tratando de desplazarse tierra adentro. En una costa baja, en donde el terreno adyacente a la playa está en su estado natural no desarrollado, la consecuencia es una playa que se desplaza tierra adentro según sube el nivel del mar. Pero cuando estructuras como carreteras, paredes y casas no permiten ese desplazamiento tierra adentro, la playa desaparecerá según pasa el tiempo. Esto tiene serias consecuencias para Puerto Rico y muchas de las islas del Caribe, donde las playas forman una importante parte del legado y cultura del país, proveen un lugar en donde los residentes y turistas disfrutan del ambiente costero, y también son lugares utilizados para tirar botes y descargar la pesca. Estas playas sirven además de barreras protectoras contra las inundaciones por el mar durante marejadas y huracanes. Durante el siglo 20 el nivel del mar ha ido subiendo a través del Caribe a un promedio de 1 milímetro por año. Esto representa 4 pulgadas de subida durante el pasado siglo. El Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC) ha predicho que el promedio de subida global para el siglo 21 será cuatro veces el del siglo pasado, un aumento de alrededor de 12 pulgadas, o un pie, para el 2100. Aunque estas cantidades lucen pequeñas, investigadores han demostrado que por cada subida de 1 pie la orilla retrocede por un factor de 100 veces esa cantidad, esto es, 100 pies (30 metros). Este escenario tendrá un serio impacto para las playas de Puerto Rico, muchas de las cuales ya están sufriendo erosión debido a otros factores tales como oleaje fuerte durante las bravatas de invierno, los huracanes, extracción de arena, defensas costeras mal diseñadas, construcciones muy cerca de la orilla (la cual es dinámica), contaminación, y arrecifes de coral y yerbas marinas en deterioro. Aun más, las tormentas tropicales y huracanes causan erosión significativa de playas, causando daño en dunas e infraestructura detrás de la playa. En estos casos la arena es movida tierra adentro por el oleaje fuerte, o se pierde a aguas profundas, y en ambos casos no regresa al sistema playero. El informe de la IPCC indica que los huracanes futuros se harán más intensos, con vientos más fuertes y mayor precipitación. Esto también tiene serias implicaciones para las playas de la Isla. Aunque existen muchas maneras para reducir las emisiones de los gases de invernadero, tanto a nivel individual, nacional y global, los impactos descritos ya están en progreso y no pueden ser evitados de inmediato, o aún en un futuro lejano. Se ha determinado que el nivel del mar seguirá subiendo por siglos aún cuando se estabilicen las emisiones de los gases de invernadero. Nuestra tarea entonces es aprender a como lidiar con estos cambios. Algunas islas en el Caribe, por ejemplo Nevis, ya están planificando para esto asegurándose que nuevos edificios se localicen a una distancia “adecuada” detrás de la playa. Esta medida le da espacio a la playa para poder retroceder tierra adentro según sube el nivel del mar y asegura que los edificios mismos se mantengan seguros e intactos durante altas olas y huracanes. Más aún, la playa misma se conserva y puede jugar la importante función de servir como barrera protectora y un lugar para la recreación y disfrute de todos los usuarios. Se deben adoptar medidas similares en Puerto Rico. Y medidas adicionales como la reducción de la contaminación, la protección de los arrecifes de coral y yerbas marinas, sembrar árboles de raíces profundas detrás de las playas, la restauración de dunas costeras y la aplicación de la prohibición de la extracción de arena, pueden proteger los sistemas playeros y dar más tiempo para el disfrute de nuestras playas para la generación de ahora y las del futuro. La autora es miembro del Programa Sea Grant del Recinto Universitario de Mayaguez (RUM).

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