¡Qué no hacen las plantas!

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Por Liz Yanira Del Valle / Especial El Nuevo Día endi.com Fuente de alimento, protagonistas del sazón en la condimentación culinaria, pie forzado de bebidas estimulantes y alcohólicas; génesis de tintes, ceras y fibras, ingredientes ancestros en la producción de medicamentos, materia prima para la construcción de tantas cosas; inspiración artística, religiosa y estética son sólo algunos de los usos más importantes dados por el humano a las plantas y árboles que le rodean en su medio ambiente. Una revisión a esa historia del empleo de las plantas en la vida del hombre es fuente de conocimiento que “podría volver a ser de utilidad para el futuro”. Así lo entiende el botánico Eugenio Santiago, quien junto a su colega Gladys Nazario imparte un curso de etnobotánica en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. “Algunos de los estudiantes que interesan continuar carreras en medicina se sorprenden de la gran relevancia de la botánica en el desarrollo pasado y presente de esa disciplina”, dijo al referirse a la etnobotánica, subdisciplina de la botánica que estudia la trayectoria histórica del uso de las plantas en diferentes culturas junto a las tendencias del presente. Según Santiago, generalmente el conocimiento tradicional se transmite de forma oral, por ende, según pasa el tiempo, la información de los usos de las especies vegetales corre riesgos de desaparecer. Sobre las plantas medicinales, el botánico aseguró que en muchos casos su empleo en la cultura popular es el que guió al mundo científico a incursionar en las posibilidades de éstas como fuente de cura o remedio de enfermedades y condiciones médicas. Los publicaciones de los etnobotánicos contribuyen a preservar ese conocimiento acopiado por generaciones y así queda documentado para siempre. El curso de etnobotánica está dirigido a estudiantes de ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades e incluye actividades fuera del salón de clases. “Recordemos que la mayoría de los estudiantes del programa de biología interesan seguir carreras en medicina, la cual requiere precisamente un manejo del componente científico con el humano”, dijo. Una de las opciones de las actividades externas que pueden seleccionar los estudiantes es una visita al actual Museo de la Farmacia ubicado en la Escuela de Farmacia del Recinto de Ciencias Médicas (RCM). Museo Dr. Luis Torres Díaz Fundado en 1954, el Museo de Farmacia lleva el nombre del Dr. Luis Torres Díaz, quien fuese el decano de la Escuela de Farmacia responsable de la inauguración del proyecto. Ana Vélez Carrasquillo, catedrática de la Escuela de Farmacia del RCM, mostró la colección principal de botes de farmacia que fue comprada a la Farmacia Central de Arecibo. “La colección originalmente perteneció al primer profesor de farmacia del Colegio de Farmacia de la UPR, J. Federico Legrand. También hay una colección heterogénea de botes del doctor Torres Díaz, entre otras”, comentó. Vélez recordó que en un futuro cercano este componente histórico se trasladará al nuevo edificio de la Escuela y será parte del Museo de la Farmacia y el Jardín de Plantas Medicinales. En la asesoría de dicho jardín participó el reconocido catedrático de la facultad, Mikhail Antoun. De todo como en botica En una réplica del mueble de madera tradicional representativo de las boticas del siglo XIX, resalta la colección de botes. Las pinturas a mano no sólo engalanan y convierten en objetos de arte a los botes de la colección, también identificaban a las especies de plantas contenidas en éstos. Dichos frascos son conocidos como albarelos o bote de cerámica de boca ancha y forma cilíndrica, estrechada en la parte central. Se desconoce la autoría del artista, pero se sabe que fueron hechos en Francia durante el siglo XIX. Además, las ilustraciones a color de las plantas están acompañadas por su nombre botánico escrito en latín. “Ésta es la colección de botes de farmacia de porcelana más grande en exhibición en Puerto Rico. Además, en la rebotica (lugar ubicado detrás del mobiliario principal de la botica) se atesora la única colección en Puerto Rico de diversos tipos de frascos de cristal que aún conservan drogas crudas, vegetales, minerales, tinturas, elixires, bálsamos, aceites o reactivos u otros componentes de origen animal como son las cantáridas (insecto de color verde metálico usado en la medicina como vejigatorio)”, abundó Vélez, catedrática de la Escuela y abogada. La rebotica ofrece una oferta visual variada y extensa donde se contemplan desde raíces de valeriana, pedazos de azufre, mirra, incienso, hojas de belladona, flores de malva, corteza de canela, sulfato de hierro hasta antimonio, etc. Sobre la mesa, destacan dos objetos en cristal conocidos como los “ojos del boticario”. Según Vélez, éstos eran un icono muy importante en la farmacia de la época ya que se dice que el color del líquido que les ponían servía de anuncio de enfermedades alarmantes. A su vez, el aumento del cristal sustituía la lupa del boticario por lo cual colocando las recetas cerca del cristal, éste podía leer las mismas sin dificultad. Otros, apuntan que el ojo del boticario se empleó como un sistema de vigilancia vía la observación de los reflejos divisados sobre el cristal. Otra parte de la colección en exhibición queda conformada por balanzas, morteros, pildorero, capsulador amiláceo, recetas farmacopeas, medicamentos patentizados, el mobilario del doctor Luis Torres Díaz y un óleo sobre su persona pintado por el artista puertorriqueño Miguel Pou.