Sequía: se avecinan tiempos peores y eso se pudo prevenir

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Por: 

Sara Justicia Doll

Si no llueve, el área metropolitana del país se avecina a tiempos aún más difíciles de racionamiento de agua. Los abonados de los embalses Carraízo y La Plata podrían próximamente recibir la noticia de que no tendrán agua hasta por cinco días. Ambos embalses están en niveles de control. Si la situación empeora y continúa en descenso el caudal de agua en ambos, podrían llegar a tener que ser sacados de servicio. ¿Qué significaría esto para la población? ¿Qué le espera a la ciudadanía?

“De continuar este patrón, podrían experimentarse periodos más extensos de racionamiento. De esa forma se proveería más tiempo al embalse a recargarse un poco con el mínimo de agua disponible de los ríos que alimentan los embalses. La Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) comenzó con interrupciones de 24 horas, luego 48 horas, pronto podrían ser interrupciones de 72 horas, hasta 5 días. El costo social es incalculable”, expresó el científico de Casa Pueblo y catedrático del RUM, Arturo Massol Deyá.

En esta sequía un elemento que hay que velar muy de cerca es la operación del Supertubo que hasta el momento ha evitado que los efectos de la sequía sean peores. Como explicaron tanto Massol como el planificador José ¨Tato¨ Rivera Santana, el Supertubo permite que parte del agua se desvíe a través de la montaña hacia el norte y el área metropolitana. “Esos bosques entre Adjuntas, Utuado, Jayuya y esa región de la Cordillera han permitido que dos terceras partes del país aún tengan agua, mientras se subsidia con el líquido al área metro atenuando la crisis”, explicó Massol.

Rivera Santana entiende que no se llegará al extremo de sacar de servicio a ambos embalses, no sólo porque las consecuencias serían “dramáticas”, sino porque “la AAA no tiene fuentes de abastos con la capacidad de sustituir los embalses de La Plata y Carraízo. La AAA tiene que estirar y agotar las medidas de control del consumo (el racionamiento) y hacer ajustes para continuar compensando moviendo caudales de agua de otros sistemas como el Superacueducto, el embalse de Río Blanco y la activación de los pozos abandonados”.

Algo que advierten los expertos es que de continuar extendiéndose la sequía hacia el oeste se podría ver afectada la cuenca del Río Grande de Arecibo y se ponerse en riesgo el agua que provee el Superacueducto. Demás está señalar que los efectos de periodos de racionamiento prolongado serían graves para la economía, la sociedad y la salud.

De llegar ese punto en el que La Plata y Carraízo queden fuera de servicio, ¿de dónde se sacarían los abastos?

A ese punto no se debe llegar. Sería muy difícil sustituir ambos embalses. De ocurrir, habría que extraer más agua subterránea, del Acuífero del Norte, pero ello requiere rehabilitar pozos y posiblemente hincar nuevos. Aun así, no sería suficiente para proveer la demanda de agua potable de la Región Metropolitana”, advirtió Rivera Santana.

Una opción muy costosa y que emplearon empresas durante la sequía de los noventa fue transportar agua en camiones cisterna desde zonas distantes cuyos ríos mantienen caudales saludables.

Con una buena planificación los efectos de la sequía se pudieran haber prevenido…

Múltiples factores han contribuido para hacer de la sequía un evento más difícil para el país de lo que pudo haber sido si se hubiese planificado. El desparrame urbano, la falta de protección a las cuencas hidrográficas, la sedimentación de los embalses han comprometido la seguridad hídrica, explicó Massol. A esto se suma la falta de cultura de uso eficiente del recurso agua por parte de la ciudadanía y la pérdida del 60 por ciento del agua por parte de la AAA tras el potabilizarla.

Rivera Santana, por su parte, echó un vistazo a la sequía del 1994-95. En aquel entonces se advirtió sobre la falta de eficacia en la infraestructura de la AAA, los altos porcentajes de pérdida, la falta de protección a las cuencas, la deforestación, la contaminación de los cuerpos de agua y los factores mencionados anteriormente. “Los líderes del gobierno y de la AAA le prometieron al país que el Superacueducto garantizaría que no habría más racionamiento, aun en periodos de sequía. A tales argumentos, advertimos que el Superacueducto, en todo caso, crearía una falsa sensación de seguridad y llevaría a que no se atendieran los problemas de fondo, como los señalados. Ahora, la historia nos ha dado la razón. Las pérdidas de agua por la infraestructura deteriorada de la AAA asciende a cerca de 60 por ciento, los embalses están sedimentados por la erosión del suelo como resultado de la deforestación, los pozos se abandonaron y, para colmo, estamos en racionamiento a pesar de los cantos de sirena que prometieron que el Superacueducto lo evitaría”, sentenció Rivera Santana.

El planificador precisó que en el año 1965-66 y en el 1994-95 hubo sequías severas, no obstante, la presente se perfila como la mayor. Massol plantea que aún no se sabe  la magnitud de la crisis porque todavía estamos en medio de ella. Lo que es certero es que el cambio climático presenta un panorama con sequías más frecuentes por lo que Puerto Rico debe prepararse.

“Sequía no tiene que ser sinónimo de racionamiento si manejamos bien el recurso agua. Ese buen manejo comienza protegiendo a los bosques que alimentan a los ríos cuando no está lloviendo y que también reducen la carga de sedimentos que tapan nuestros embalses. Sin bosques no hay seguridad hídrica”, reclamó Massol.

¿Qué podemos hacer a nivel ciudadano?

  • Ajustar nuestro comportamiento para vivir con un uso eficiente del recurso, minimizando el derroche y eliminando usos innecesarios.
  • Si tenemos cisternas u otros sistemas de almacenamiento de agua, en lugar de llenarlas con agua de la AAA debemos conectar estos sistemas a los drenajes del techo de las residencias para su propia recarga. En Puerto Rico llueve ocasionalmente y no se necesitan fuertes aguaceros para recargar una cisterna. Esa lluvia representa agua adicional para aliviar a nuestros embalses.
  • Es importante que todos actuemos con mucha responsabilidad y conciencia. Debemos mirar nuestras actividades diarias y hacer el uso mesurado e indispensable del agua. Hay acciones básicas y pequeñas, pero significativas cuando se realizan de manera agregada. Por ejemplo, aunque está lloviendo poco, cuando llueve debemos recoger el agua y usarla para la limpieza, como mapear y bajar los inodoros. También, podemos recoger el agua de los aires acondicionados para los mismos usos.

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