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Un recorrido por nuestras raíces indígenas: El trabajo arqueológico del Dr. Ricardo Alegría Gallardo

Imagen de Jacqueline Flores Otero
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Dr. Ricardo Alegría old and as a young archeologist
Dr. Ricardo Alegría Gallardo, arqueólogo y antropólogo

Ricardo Alegría Gallardo (ABRIL 14, 1921- JULIO 7, 2011)

Los hallazgos arqueológicos ayudan a revelar los secretos de antiguas civilizaciones, a construir la historia de un lugar y sus antepasados, y a formar la identidad de pueblos contemporáneos. El conocimiento de nuestra historia puertorriqueña, mas que ser una aglomeración de hallazgos que revela un origen desconocido, fue un estilo de vida para quien hoy honramos en esta portada, el Dr. Ricardo Alegría Gallardo.

Desde temprana edad, don Ricardo desarrolló un profundo interés por el descubrimiento de remanentes e información del origen del puertorriqueño y de su cultura. Su curiosidad comenzó a ser demostrada durante sus años como estudiante de bachillerato en laUniversidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en donde se especializó en Arqueología. En 1947, Ricardo Alegría Gallardo completó su maestría en Antropología e Historia en la Universidad de Chicago, y pocos años después (1949) se dedicó a estudiar la influencia de la cultura africana en Puerto Rico. Para el año 1954, obtuvo su doctorado en Antropología en la Universidad de Harvard. A lo largo de este periodo no sólo realizó sus primeras excavaciones, sino que publicó parte de sus hallazgos relacionados al juego de pelota en las Antillas, el cual era estudiado por profesionales del Centro de Investigaciones Arqueológicas y Etnológicas de la Universidad de Puerto Rico, lugar que recibió sus servicios como fundador y director.

En éstas publicaciones, don Ricardo explica como hallazgos arqueológicos pueden revelar conexiones entre dos o más culturas, que aunque evolucionen aparte, en algún momento co-existen en íntima relación la una con la otra. Un ejemplo de esto se denota en el descubrimiento de canchas o bateys en donde los juegos o corrales de los indios aborígenes se llevaban a cabo. Estos juegos no sólo fueron de gran importancia social para los aborígenes, sino que además representaba un acto de valor religioso. En el mismo, diferentes comunidades indígenas competían entre sí, con la misión de ganar algún premio ofrecido por el cacique, el líder de la tribu. Aunque por lo general los equipos de entre 10 y 30 jugadores estaban compuestos por hombres, las mujeres también participaban de vez en cuando. A diferencia de los hombres, que le pegaban a la una bola de goma o resina con sus hombros, codos, cabeza, cinturas o rodillas, las mujeres utilizaban sus rodillas cuando jugaban entre ellas. El equipo que perdía era el que más tocara la bola con sus manos o la golpeara tan fuerte como para que se saliera de los extremos de la cancha.

Debido a las similitudes que existen entre ciertas partes del juego taíno y aquel de la cultura la "pok ta pok" de los Mayas, don Ricardo expone como él, junto con otros arqueólogos, entendían que el juego del batey de los taínos era una versión más simple de aquella jugada por los Mayas, quienes utilizaban un aro de piedra para pasar la bola y así hacer puntos para ganar.

Otras exploraciones con respecto a la cultura taína llevaron al descubrimiento de otras canchas más pequeñas en el centro de la Isla de Puerto Rico, específicamente en los pueblos de Orocovis, Utuado, Jayuya, Adjuntas, Lares y Barranquitas. Estos hallazgos causaron confusión en un momento dado, ya que, inicialmente se creía que los indígenas estaban más bien en la costa. Una explicación para esto habría sido la posibilidad de dedicar gran parte del terreno para el crecimiento de la agricultura y el cultivo de la caña de azúcar en la costa. Por el contrario, en el centro de la Isla, donde se halló el mayor número de canchas, se especularía menor actividad agricultural.

Entre los trabajos más importantes de don Ricardo Alegría Gallardo, se encuentran las investigaciones arqueológicas en la cueva María de la Cruz en Loíza, que lo llevaron a concluir que los indios arcáicos fueron los primeros pobladores pre-agriculturales de Puerto Rico. Una incógnita importante que no ha sido fácil de descifrar es precisamente el lugar de origen de esta comunidad indígena. Como parte de los depósitos arqueológicos que distinguen la historia y las tradiciones culturales de la población arcáica del Caribe (West Indian Archaic) están: la ausencia de agricultura y barro, el uso frecuente de cuevas como refugio, la ausencia de deformación cranial y artefactos hechos de conchas, piedras y cerámica. Es de estos hallazgos de donde nace la incógnita con respecto a su origen, porque más allá de ser encontrados en Puerto Rico, marcan una relación con hallazgos hechos de indios pre-agriculturales y pre-cerámicos en lugares como Cuba, La Española y las Islas Vírgenes. Gracias a que don Ricardo descubrió estos yacimientos en Loíza, Puerto Rico aún es considerado como uno de los posibles lugares de origen de la población arcáica del Caribe. Para 1948, en la villa de Hacienda Grande, pueblo de Loíza, sus excavaciones resultaron en el hallazgo de objetos como envases de barro en forma de campana, botellas achatadas y remanentes de cangrejos. Hoy día, éstos objetos representan la inmigración más temprana a la Isla por indios dedicados al barro.

Don Ricardo no sólo hizo grandes contribuciones en la arqueología. Entre sus contribuciones al patrimonio de Puerto Rico se destacan su servicio como historiador, escritor, antropólogo y educador de la cultura puertorriqueña, así como el ser fundador y director ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), creador del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y defensor de la preservación del Viejo San Juan.

Gracias al legado de Ricardo Alegría Gallardo, nos queda una ventana al pasado, a través de la cual podemos mirar para así entender nuestro origen como civilización puertorriqueña y nuestros lazos con las comunidades indígenas, africana y española. Don Ricardo siempre tuvo como norte su devoción al conocimiento de nuestra cultura, y su arduo trabajo beneficia e inspira a las presentes y futuras generaciones a cuidar y contribuir a la cultura borincana.

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