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Siguiendo sus pasos

Imagen de Kaliris Salas-Ramirez
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Con mi madre, Doris Ramírez-Soto

No son muchas las niñas cuyos recuerdos de la niñez son de sus padres estudiando, muchas visitas al laboratorio o conversaciones sobre radioisótopos de carbono en el ciclo de Kreb. 

Hija de Doris Ramirez-Soto y Salvador Salas-Quintana, nací el úlitmo año de bachillerato de mis padres, y 13 meses (con dos semanas y cuatro días) después, llegó mi hermana. Para ese entoces mis papás ya estaban estudiando su maestría en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (El Colegio).  Tengo recuerdos muy vividos entreteniendo a mi hermanita con Mami en su laboratorio u oficina en el Edificio Mozón. 

Papi estaba en la universidad también durante el día, sin embargo, él trabajaba en un supermercado en la noche, así que Mami se encargaba de llevarnos y buscarnos a la escuela; tener meriendas y comidas listas; y coordinar con los familiares que la ayudaban cuidándonos los fines de semanas o días feriados.  Ahora me doy cuenta que sin ellos no era posible correr experimentos, enseñar, tomar clases, ser madre y esposa.  Mami se veía cansada, pero seguía adelante siempre y nunca la escuché quejarse.  Hoy día, yo soy la madre soltera, corriendo detrás de un niño de cuatro años mientras mantengo un laboratorio productivo, doy clases en dos unversidades e intento ser la mejor mentora posible. Estar lejos de PR, sin apoyo familiar, no es fácil; pero imaginarme con dos niñas, menor de la edad de dos, corriendo entre San Sebastián, Moca y Mayagüez con todas responsabilidades de madre, profesora y esposa, sentiría el peso del mundo.

En 1984 nos mudamos a Piscataway, NJ para que mis papás realizaran sus estudios doctorales en Rutgers – la Universidad del Estado de Nueva Jersey. Tenía 6 años, estaba en la escuela y no quería mudarme. A pesar de que Mami hizo todo lo posible por hacer la transición fácil para mi hermana y para mí, no entendía por qué nos teníamos que ir tan lejos para que ellos estudiaran.

Todas las noches se sentaban a escuchar las grabaciones de sus clases para poder traducir lo que les estaban enseñando del inglés al español.   Aunque estoy segura que no fue fácil completar sus doctorados— el grado más alto posible en el área de las ciencias—mis papás siempre se aseguraron que todo pareciera normal para nosotras.

Cuando miro atrás me doy cuenta de lo titánica que fue la hazaña de que Mami completara su doctorado. Sé que tuvo momentos en que se quería dar por vencida. Aunque no contaba con el apoyo de su asesor de investigación, si tenía el apoyo incondicional de  su familia y amistades.  Y por más que árduo que fuese su camino, le fascinaba enseñar y correr experimentos.  Era su vocación y no se le podía negar.  En 1989, mi mamá se convirtió en la Dra. Doris Ramírez Soto.

Poco después de que Mami se graduó volvimos a Puerto Rico, y Mami comenzó su plaza de catedrática auxiliar en el Colegio de Mayagüez, y hoy, después de 26 años se retiró.  Si hay alguien que tomó bioquímica en el Colegio, Doris Ramírez fue su profesora.  Sus exámenes provocaban mucho estrés e ansiedad, pero no importaba la nota, siempre se aprendía con ella. Lo sé, porque también fui su estudiante y puedo dar testimonio de lo fuerte que tenía que estudiar para su clase Evidencia de su impacto en las vidas de sus estudiantes es que hasta tiene una página en Facebook “Los fans de Doris Ramírez”, en el que los estudiantes comparten sus anécdotas y admiración por ella.

Doris Ramírez, es una borinqueña, que dedicó su vida a enseñarle a los futuros científicos y médicos puertorriqueños, y además adiestrarlos en cómo lograr sus sueños.  Mami tuvo su laboratorio de investigación, en donde muchos  estudiantes graduados y subgraduados tuvieron oportunidades de investigación. Por 20 años recibió fondos federales para dirigir programas de investigación (por ejemplo, MARC, Sloan, AMP) para mujeres y estudiantes de minoría, llegó a dirigir el departamento de química y fue decana asociada de asuntos académicos del Colegio.  Muchos pensaban que culminaría su carrera como administradora, pero la verdadera pasión de Mami estaba en enseñar.

Hoy me doy cuenta que tuve la fortuna de vivir toda mi vida con mi heroína académica.  Mi mamá, profesionalmente, logró lo que muchas mujeres en la academia desafortunadamente no pueden: culminar su carrera como catedrática en el área de química. Aproximadamente, el 13% del profesorado en química son mujeres, y esto sin tomar en cuenta que es puertoriqueña. Es increíble que somos tantas mujeres en la academia, pero tan pocas llegamos a tener permanencia o lograr ser catedráticas.

Hoy reflexiono en mis propias experiencias, sé que por ella ser fuerte y no darse por vencida ha abierto camino a nosotras que hoy tenemos grados doctorales.  Hasta el diciembre pasado, cuando se retiró, todavía se sentaba a “estudiar” para sus clases.  Siempre piensa en sus estudiantes primero, cómo ayudarlos, cómo alientarlos, qué apoyo necesitan para triunfar. Como hija orgullosa, como científica, y profesora también tengo la suerte de ver en vida lo que aspiro ser como ser humano. Y espero que algún día, mi hijo y sobrinos también tengas la dicha de tener una profesora como ella, que los lleve a la cima del cielo con su sabiduría y dedicación al futuro de nuesto país.  Ella ha impactado a tantas personas, compañeros, otros científicos y estudiantes por igual que sus aportaciones para nuestro PR y al mundo no se pueden medir.  Ojalá pueda seguir sus pasos.


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