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COVID-19: a cada pico le llega su día

Imagen de Roberta Lugo-Robles
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Esta columna fue escrita por Roberta Lugo-Robles en colaboración con Marieli González Cotto. Publicada originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día como parte de la colaboración de CienciaPR con este periódico.

La famosa curva epidemiológica de la que tanto hemos escuchado en las pasadas semanas es un instrumento extremadamente valioso para entender, en términos prácticos, el desarrollo de una pandemia. El pico, o la mayor cantidad de casos positivos, sugiere el punto donde se espera comenzar a ver una reducción en los casos. Por tanto, los científicos y epidemiólogos buscan predecir cuando ocurrirá ese punto, para estimar cuál será el impacto del COVID-19 en la población y cómo prepararse adecuadamente para el mismo. 

En Puerto Rico y en muchos países, el pico de contagios probablemente se conocerá luego de que pase. Es decir, aunque es posible predecir el pico, no podremos confirmarlo hasta tanto se observe una reducción constante de casos. Existen varias razones para esto. 

Primero, los modelos de proyecciones no son 100% certeros. Los modelos son tan buenos como los datos que se utilicen. En este sentido, Puerto Rico se ha caracterizado por proveer datos incompletos y limitados. Además, los modelos cambian constantemente y tienen limitaciones. Por tanto, deben utilizarse como herramientas para evaluar el riesgo e informar la toma de decisiones, y no como si estuviesen escritos en piedra. 

Segundo, como el COVID-19 es causado por un virus nuevo; no sabemos cómo se comporta en las diferentes temporadas. Aún se desconoce cómo los factores climáticos, demográficos, genéticos o culturales afectan su propagación. Sobre el COVID-19, aún nos falta por conocer el perfil de las personas con mayor riesgo de complicaciones. Hasta ahora, hemos observado una amplia gama de manifestaciones patológicas en todo tipo de edades. Tomará un tiempo estudiar estos casos y establecer con certeza por qué unas personas son afectadas de manera diferente a otras.

Tercero, existe una inconsistencia en los datos presentados por el Departamento de Salud. Cada vez son menos los casos confirmados por pruebas moleculares. Esto significa que la capacidad de detectar a personas que han sido recientemente contagiadas disminuye sustancialmente, lo que representa un problema para el monitoreo de la pandemia en tiempo real. Las pruebas moleculares son las únicas que pueden diagnosticar el virus y detectarlo temprano, lo cual es fundamental para saber cuáles personas tienen la posibilidad de infectar a otros. 

Todo esto significa que sabemos muy poco de cómo se comporta COVID-19 en Puerto Rico y que carecemos de la información y los criterios para estimar certeramente ese pico.

Dada estas circunstancias, olvidémonos de cuando llega o si llegó el pico de contagios. Concentremos esfuerzos en identificar correctamente los casos a través de sistemas de vigilancia y rastreo de contactos robustos. Utilicemos ambas herramientas para reducir efectivamente la propagación del virus y los contagios en la comunidad, y así salvar vidas en Puerto Rico.

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