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Una tercera forma de contagio al COVID-19 es posible

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Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día.

Por María Calixta Ortiz

Una trasmisión tan rápida como la que ha ocurrido durante esta pandemia del COVID-19 necesita de una tercera forma de trasmisión. Se ha dicho que las dos formas de trasmisión eran el contacto directo de persona a persona por las gotas de sus secreciones y por contacto indirecto por superficies contaminadas de estas gotas. Siempre estas alertas se quedaron cortas.

Un estudio experimental realizado por varios científicos en Estados Unidos evaluó la estabilidad del virus SARS CoV-2 en aerosol y en superficies, y lo compararon con el SARSCoV-1 (2002). El autor principal del experimento pertenece al Laboratorio de Virología del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades infecciosas, de los Institutos Nacionales de Salud, en Hamilton, MT. El método incluyó aerosolizar partículas del virus en un tambor giratorio manteniendo una temperatura de 21-23° centígrados y 65% en humedad relativa durante tres horas.

Entre los resultados más sorprendentes, no es por cuánto tiempo se mantiene el virus en las superficies, sino que permaneció viable en el aire durante las tres horas del experimento con una reducción parecida a la observada en el SARS-CoV1. Esto nos puede ayudar a entender las diferencias entre los contagios y la carga viral en el tracto respiratorio del portador. Al conocer que la transmisión del virus en el aire es posible, ya que el virus puede seguir vivo por un tiempo, puede tener implicaciones en la trasmisión nosocomial en hospitales como en SARS 1.

Para abonar en la evidencia de cómo ocurre este tipo de trasmisión, en la Universidad de Taho, Japón, se llevaron a cabo simulaciones con las micropartículas (tamaño en micrones) y el tiempo que se quedan en el aire. El científico Kazuhiro Teteda, presidente de la Organización de Enfermedades Infecciosas del Japón, explicó que las simulaciones incluyeron estornudos, y conversaciones con risas y voz alta. Al esparcir las microgotitas de secreciones por el aire, se evaluó el comportamiento de estas con una luz y cámara especial.

Los resultados fueron sorprendentes. Aquellas partículas más pesadas caían al suelo, pero las más pequeñas al ser más livianas se quedaban en el aire por más de 20 minutos. También se dispersaban en el aire a una mayor distancia, suspendidas sin caer al suelo. Esto supone que, en conversaciones a una proximidad prudente en un salón cerrado, si estas microgotitas tuvieran el virus, pudieran trasmitir la enfermedad de COVID-19.

El estudio también incluyó la simulación con ventilación para ver cómo se comportaban estas micropartículas de secreciones. Los resultados reflejaron que, al tener ventilación cruzada, las microgotitas se dispersan rápidamente y la razón de contacto con otra persona baja sustancialmente. 

El aprendizaje con estos dos estudios es, primero, que la trasmisión es más fácil de lo que se creía, incluso en una conversación de voz alta y cercana. Segundo, si usted tiene un paciente COVID-19 en su hogar, además de todas las precauciones de protección personal suya y del paciente, mantenga una ventilación cruzada en la habitación para evitar la concentración de estas micropartículas.

Esta información se conoce desde febrero, pero a pesar de que el mundo asiático usaba mascarillas a diario, en la calle y por doquier, en los países europeos y en occidente no se recomendaba. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), como los Centros de Prevención y Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) desincentivaron su uso, mayormente preocupados por los abastos para el personal de la salud, y por el mal uso de estas, pues puede ocurrir mayor contaminación. Por ejemplo, en los casos de una persona que usa barba no hay buen ajuste. También la disposición de mascarillas ha sido un dolor de cabeza, porque el usuario las deja tiradas por doquier y pueden causar otra fuente de contaminación.

Mi recomendación siempre ha sido que se usen, y aún en contra de lo que se mencionó al principio. Las mascarillas sí pueden evitar un contagio, si se usan bien. Fabríquelas usted mismo o use las que tenga a mano, pero úselas bien y disponga adecuadamente. ¡Salud!

La autora es epidemióloga y catedrática de la Escuela de Asuntos Ambientales, Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey

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