Corozaleña de 14 años dirige investigación sobre aves

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Mildred Rivera Marrero
Kimberly Mélendez se motivó con el proyecto Ciudadano Científico del Fideicomiso de Conservación. (Jorge Ramírez Portela)

Una entusiasta Kimberly Mélendez explicó que el cantar de algunas aves cambia si estas se mudan de hábitat, si es tiempo de apareo o si tienen hambre, asuntos que ha descubierto con la investigación que lleva a cabo en el Bosque Estatal Monte Choca, en Corozal. 

A sus 14 años, Kimberly es la investigadora principal del estudio, lo cual es uno de los éxitos del proyecto Explora la Vida del Río Grande de Manatí, del Fideicomiso de Conservación, pues logró motivar a una joven no solo a participar en investigaciones de esa institución, sino a generar su propia actividad científica.

El propósito de su investigación es documentar las especies de aves que visitan o habitan en el área del Bosque Monte Choca, así como sus hábitos. “Encontré aves que no sabía que estaban allí y vi un carra’o, que se creía que estaba extinto”, sostuvo la joven, quien comenzó a colaborar con los trabajos del Fideicomiso de Conservación hace dos años, cuando salió de la escuela para recibir la educación en su casa. 

Para hacer su trabajo, va al bosque a observar aves varios días a la semana, por la mañana y por la tarde, explicó Kimberly, quien ayer participó de un evento en la Reserva Natural Hacienda Esperanza, en Manatí, en el que le explicaba a los visitantes sobre las aves que ha observado y sus características.

Proyecto novel

En la actividad, se presentaron los hallazgos de cinco investigaciones que se realizaron por los pasados dos años para conocer la biodiversidad de la Cuenca del Río Grande de Manatí, que se centraron en la costa, las aves y bosques, los ríos, los murciélagos y la arqueología de la zona. Para hacer dichas investigaciones, el Fideicomiso de Conservación decidió desarrollar un modelo novel en el cual se involucra a personas de la comunidad que ayudan a los científicos con sus proyectos. La propuesta, que financió el Fideicomiso Nacional de Ciencias, quiso demostrar cómo se les enseña ciencia a personas de la comunidad, la gran mayoría de los cuales no tienen conocimiento especializado en esa esa materia.

La investigadora Yogani Govender explicó que ese modelo de educación científica responde a un cambio que ocurrió en los años 90, con el cual se quiso involucrar a la ciudadanía en las ciencias desde un escenario práctico y de participación.  

Con ese modelo educativo, “que es único en el hemisferio”, los proyectos de investigación eran dirigidos por un científico y el resto del equipo de trabajo eran ciudadanos que trabajaron voluntariamente, detalló el líder voluntario Luis Vélez. 

Pero el desarrollo de los proyectos llegó a un punto en que, si el científico no estaba, los voluntarios le podían explicar y guiar a los demás. “Era como tener un salón de clases con tres o cuatro maestros”, ilustró el investigador Carlos Muñiz.

Vélez, contador de profesión, dijo que “siempre me gustó la ciencia pero nunca encontré el vehículo adecuado para aprenderá. Pero aquí tuve la oportunidad de aprender de arqueología, botánica, las costas”. 

Al igual que él, otros se motivaron, como es el caso del líder comunitario José “Tito” Figueroa y su esposa Damaris Martínez Quijano, quienes participaron en un proyecto en el que se estudió la calidad de agua de los ríos, las especies marinas que los habitan y los cambios que ocurren en esos cuerpos de agua, entre otros. Para hablar sobre sus hallazgos, tuvieron una carpa en los terrenos de la Hacienda Esperanza en la que mostraron vídeos, tenían información escrita, mapas, fotos y varias peceras pequeñas en las que exhibían diferentes especies de camarón. Al igual que ellos, los participantes de otras de las investigaciones ofrecieron información al público bajo otras carpas.

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