Golpea la Navidad al medio ambiente

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

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Por Gerardo Cordero Un simple ejercicio matemático puede ayudar a estimar el grave daño que le espera al país, a medida que aumentan los festejos navideños. Si su empresa tiene una plantilla de 500 empleados, comencemos por sumar esa cifra como la mínima de platos plásticos que utilizarán usted y sus compañeros en la fiesta corporativa al momento de servir los pasteles, el arroz con gandules y otras delicias típicas de la época. Súmele la misma cantidad de tenedores y cuchillos plásticos para cada comida, así como igual cifra de platillos para el postre con sus cucharas y servilletas. Hasta el momento llevamos un mínimo de 3,000 materiales desechables cuyo uso durará solo minutos y en menos de media hora estarán en zafacones, siempre insuficientes para tantos desperdicios. En tiempo récord las bolsas de los zafacones se llenarán, principalmente de plástico, y eventualmente terminarán en los ya repletos vertederos, muchos de los cuales tienen sentencia de cierre definitivo a breve plazo. La cifra estimada de 3,000 desechos de difícil biodegradación tendría que duplicarse si su empresa permitió la entrada de un invitado por empleado al festejo navideño. Sin embargo, a los 6,000 desperdicios en ese caso faltaría sumarle 6,000 vasitos plásticos mínimos de las bebidas, así como los incalculables vasos adicionales que le permitirán disfrutar las variadas bebidas del festejo. Aquí la cuenta se nos complica porque es imposible precisar cuántos tragos consumirán los invitados. Tampoco es posible saber cuántos, cautivados por la rica comida, se animarán a repetir la cena navideña o los postres, que otra vez se servirán en nuevos platos plásticos. El plástico es uno de los materiales que más tarda en descomponerse o biodegradarse cuando son descartados. Dependiendo del grosor del plástico, la biodegradación puede tomar años y en el caso de los anillos para sujetar los paquetes de seis latas de refresco o cerveza, peritos dicen que tarda hasta 450 años en descomponerse. Estudios ecológicos calculan que los vasitos y platos de poliuretano “styrofoam”, demoran de uno a 100 años en biodegradarse. Si desea seguir estimando matemáticamente el volumen de basura navideña que le espera al terruño, principalmente la de difícil descomposición, calcule los productos plásticos o de otros materiales de uso fugaz que usted y grupos conocidos generarán en las quince, veinte o sabrá Dios cuántas fiestas adicionales de su agenda navideña. Además, no deben quedar fuera del cálculo las miles de cajas de cartón y plástico, los rellenos de papel, bolitas de “foam”, así como las coloridas envolturas que engordarán los vertederos. Luis Jorge Rivera Herrera, científico ambiental de Iniciativa para un Desarrollo Sustentable (IDS), dijo a El Nuevo Día que aunque no hay estudios que prueben que en la época navideña es cuando más daño recibe el medioambiente, no debe descartarse como una alta probabilidad, principalmente en los países de gran cultura consumista. “Hay un grave daño porque la esencia de la Navidad tristemente se ha desvirtuado a prácticas que conllevan estar regalando, así como a un alto consumo de diferentes productos”, sostuvo Rivera Herrera. Destacó que en el caso de islas, como Puerto Rico, si pensamos desde el punto de vista ecológico, el consumismo tiene una carga negativa mayor porque se debe considerar el gasto energético de las importaciones. “En esta gran cultura consumista, muchos de los productos que utilizamos y regalamos no son producidos aquí sino importados, lo que aumenta el impacto por el consumo de energía para transportarlos, así como los empaques especiales que requiere y que luego son desechados en los vertederos”, dijo. Sin embargo, si adoptáramos prácticas más amigables para el medioamente, “como alternativa, podríamos pensar en regalar cosas producidas aquí y así neutralizar un poco el impacto de gasto energético de las importaciones, a la vez que aportas a la economía local”, observó el planificador. Como opciones para frenar las avalanchas de desperdicios plásticos asociados a los festejos, sugirió que se debería optar por cuchillos y otros utensilios de comida desechables hechos de materiales como fibra de arroz o caña de azúcar. Estos productos se degradan más rápido y se pueden compostar, pero son un poco más caros que los de plástico regulares mercadeados masivamente. Rivera Herrera también aludió a conductas que podrían partir de iniciativas empresariales como promover que los empleados de fiesta lleven sus propios cubiertos de metal reusables o regalar vasos o termos con el logo de la compañía para promover la reutilización o “refill” de bebidas, sin un múltiple gasto en vasos desechables por persona. En las familias, por otro lado, José Luis Alsina, director de Área de Conservación y Educación Ambiental de la organización ambientalista Sierra Club, puntualizó que lo más deseable sería que en las fiestas entre hermanos y parientes “se saquen las vajillas” y se descarten los plásticos “para no generar tanta basura”. “Lo ideal sería optar por los materiales reusables”, organizar sesiones cooperativas para fregar luego las vajillas o utilizar los lavaplatos, sostuvo Alsina, quien aludió a la falta de centros de composta y a lo difícil que resulta establecerlos y mantenerlos debido a restricciones gubernamentales, que fomentan la corta vida de los vertederos. Alsina explicó que se realizan gestiones para abrir la brecha de los centros de composta y procurar que menos desechos biodegradables lleguen a los vertederos, como los arbolitos navideños, las comidas decomisadas de los comercios y cienos no tóxicos de producciones industriales, entre otros. Según Alsina, el periodo navideño, así como la temporada de huracanes, sobre todo si un ciclón impacta el país y causa grandes destrozos, son los tiempos de mayor generación de basura. En el caso de la temporada de huracanes, aumenta el consumo de productos desechables en las casas y, si hay daños forestales, los árboles y ramas, en lugar de utilizarse para compostas, terminan en los vertederos, al igual que bienes caseros que suelen dañarse en inundaciones como colchones, camas, muebles o enseres, observó Alsina. En los centros de composta, los desechos biodegradables permiten producir abonos, pero en el país solo existen dos en Arecibo e igual cantidad en Mayagüez, así como uno en Salinas, operado por Alsina. En Puerto Rico, contrario a otros países, debido al clima, los árboles de pino importados no tienen la opción de volver a ser sembrados, como sugieren grupos ambientalistas extranjeros. No obstante, una práctica ecológica podría ser volver a decorar arbolitos autóctonos sin cortarlos, dejándolos crecer en tiestos o en el patio, como hacían nuestros abuelos u optar por decoraciones originales, no importadas, según mencionó Rivera Herrera al coincidir por separado con observaciones de Alsina. Entre otras recomendaciones, los ambientalistas aludieron a utilizar papel de periódico para envolver los regalos, utilizar materiales reciclados para crear guirnaldas y también para producir las tradicionales postales de felicitaciones navideñas. Organizaciones ecológicas internacionales, por otro lado, recomiendan a los ciudadanos reducir el consumo de energía al utilizar luces navideñas Led, que ahorran hasta un 98 por ciento de la electricidad que se necesita para iluminar los focos regulares incandescentes y prenderlas por tiempo limitado. Para reducir el consumo y también por razones de seguridad, recalcan apagarlas al salir de las casas o edificios. Si no se toma esa acción deliberada, se pueden utilizar reguladores de tiempo (“timers”) para programar la interrupción automática de las coloridas luces u otros adornos mecánicos navideños.