Al ocurrir un desastre natural que afecta la estructura física del salón de clases y las escuelas, la continuidad de la educación se ve alterada. Dependiendo de la gravedad del desastre, los educadores y estudiantes pueden perder largos períodos del proceso de aprendizaje y enseñanza. Este ha sido el caso para Puerto Rico, un archipiélago localizado en una zona geográfica vulnerable al cambio climático, y expuesta a tormentas, huracanes y actividad sísmica. Tanto los huracanes del 2017, como los terremotos que continúan afectando a Puerto Rico desde el 28 de diciembre del 2019, han causado la interrupción prolongada de las clases, sobretodo en el sistema público de enseñanza.