El latino que vela por las investigaciones de salud en las minorías

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Hermes Ayala
El director del NIMHD, el doctor Eliseo Pérez-Stable, visitó el Recinto de Ciencias Médicas la semana pasada. (Especial para Diálogo/ David Cordero Mercado)

Cuando llegó el momento de timonear los esfuerzos globales de investigación para con la salud de las minorías en Estados Unidos, el doctor Eliseo Pérez-Stable no titubeó. Después de todo, llevaba décadas de entrenamiento para este preciso instante.

“En mi carrera trabajando con minorías y latinos en Estados Unidos he visto mucho. Son muchos años en esto”, expresó el galeno, quien estuvo en Puerto Rico la pasada semana visitando el Recinto de Ciencias Médicas (RCM) en su función de director del Instituto Nacional para la Salud de las Minorías y las Disparidades de la Salud (NIMHD, por sus siglas en inglés).

Son las dos menos cuarto de la tarde y el doctor Pérez-Stable acaba de ofrecer una charla en el RCM titulada La Paradoja de la Salud del Latino y la visión y agenda del NIMHD. El NIMHD es una entidad adscrita a los Institutos Nacionales de la Salud del gobierno federal. Cuenta con un presupuesto de $281 millones exclusivamente dedicados a la realización de investigaciones y estudios, a distintos tipos de entrenamientos, al desarrollo de infraestructuras, recursos y capacidades para las investigaciones, a la educación pública y a la diseminación de programas que mejoren la salud y reduzcan las disparidades de la salud. En Estados Unidos, el NIMHD es la organización líder en la planificación, revisión, coordinación y evaluación de la salud en las minorías y de las investigaciones sobre disparidades de la salud.

Mediante el NIMHD, Pérez-Stable se encarga de financiar investigaciones dirigidas a las disparidades de salud que pueden encontrarse en las minorías de Estados Unidos y en buscar formas de mejorar las condiciones de estas poblaciones. Lo hace mediante programas que fundan lo que han llamado Centros de Investigación en Instituciones de Minorías (RCMI, por sus siglas en inglés). Borinquen no es un extraño para el NIMHD, pues ya llevan varios años de colaboración con instituciones de educación superior como el RCM en Río Piedras, la Escuela de Medicina de Ponce y la Universidad Central del Caribe, en Bayamón.

Con la Escuela de Medicina de Ponce han auspiciado investigaciones de la mano del doctor Raul Armstrong, enfocadas en el sida, en biología molecular, en administración de salud, en neurociencias integradas y en estudios de comportamiento. Mientras, con la Universidad Central del Caribe han financiado investigaciones referentes a la biomedicina junto al doctor José Ginel Rodríguez.

Además, han costeado estudios e investigaciones correspondientes al Centro de Investigaciones Colaborativas en Disparidades de la Salud del Recinto de Ciencias Médicas. Según se desprende de su página cibernética, la misión de este centro se enfoca en proveer una infraestructura de investigación que ofrezca servicios y facilite estudios colaborativos sobre disparidades de salud. La investigadora principal en los estudios que financia el NIMHD en Ciencias Médicas es la doctora Emma Fernández Repollet.

El doctor Pérez-Stable, quien se encarga de dirigir los fondos federales del NIMHD, entiende bien las necesidades de cada centro y de cada investigación pues durante muchísimos años estuvo en el otro lado de la verja, el lado que pedía y recibía los fondos para realizar los estudios pertinentes. En una conversación informal con Diálogo, nos narró parte de lo que ha sido su trayectoria, trabajando en distintas situaciones alrededor de Estados Unidos, en momentos precarios e históricos para las comunidades de minorías, en especial las latinas.

“Salí de Cuba de niño, a los ocho años y medio. Viví en el norte de Pittsburgh, cuando pequeño. Aún recuerdo cuando iba al parque con mi papá a ver jugar a Roberto Clemente”, dijo.

“Entonces, ya de adolescente llego a Miami. Allí pasé mis estudios de secundaria, de universidad y de escuela de medicina. Luego me fui de Miami, en parte porque quería buscar otro ambiente. Entré en el programa de la Universidad de California en San Francisco, que arrancaba con un nuevo enfoque en la atención primaria y de medicina interna, pero más inclinado hacia la investigación como una nueva opción y allí estuve más de 30 años de mi vida”, agregó.

Recordó que en pleno trabajo investigativo de posgrado “me enganché como la idea de hacer proyectos encontrar resultados, buscar respuestas, especialmente en el campo de la medicina interna general”.

De inmediato, en San Francisco, desarrolló un interés especial en la salud de los latinos. Para ese entonces, no eran muchos los pacientes que encontraban un doctor que pudiera hablarles y entenderlos en español, a quien pudieran explicarle directamente lo que les pasaba. Sus principales campos de estudio fueron la hipertensión, la tuberculosis y el cáncer. Se enfocó además en estudiar los daños del cigarrillo en las poblaciones latinas. Trabajó también en estudios de depresión en pacientes de atención primaria junto al doctor puertorriqueño Guillermo Bernal. Todo esto sucedió durante un momento histórico en San Francisco, finales de la década del setenta, y las décadas de los ochenta y noventa, cuando se moldeaba una nueva Latinoamérica en esa ciudad gracias al arribo de una nueva población centroamericana, más allá de la propia mexicana que ya emigraba.

“Durante época, y por situaciones específicas de cada país, a California estaban migrando muchos salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses, y también de países sudamericanos como Colombia”, explicó, aludiendo a los enfrentamientos bélicos de cada país, como los de la Revolución Sandinista en Nicaragua, la guerra civil en El Salvador y la cruenta guerra narco en Colombia. “Había de todo, recuerdo que hasta puertorriqueños que recién llegaban de Hawai, donde hubo una buena migración a principios de Siglo XX”.

Médicamente, sin embargo, había un gran reto que acechaba a la población latinoamericana.“Había una nueva enfermedad, el sida, que también atacaba a los latinos, y que apenas empezábamos a estudiar a fondo. Eran unos tiempos muy particulares”, resaltó.

“El sida marcó todo porque químicamente es una enfermedad terrible la que empezamos a ver. Uno la enfrentaba, pero no se podía hacer nada. Y la gente que se moría era gente joven. En su principio fueron muchos hombres gay, pero ya llegaba un momento en que se afectaba todo. Atendí muchos, muchos pacientes. Era fuerte, porque ni yo ni mis compañeros éramos especialistas. Los veía un día y se morían en corto tiempo y uno no puede hacer nada, imagínate. Esa experiencia la vivimos todos en ese momento. Luego, con las drogas y los tratamientos retrovirales, para allá para el ’95, todo cambió y ahora todo está bien, pero esos momentos fueron difíciles para todos los médicos que lo vivieron”, puntualizó.

El misterio del sida y el haber compartido de cerca otras situaciones con poblaciones minoritarias en San Francisco solo le abonó más al ímpetu de Pérez-Stable por la investigación. Según indicó, también fueron muy influyente sus estudios sobre “el uso del tabaco en la poblaciones latinas”. De hecho, sus estudios figuraron como parte del cambio de política pública en Argentina con respecto al uso y control del tabaco en la población, y a la prevención en los menores.

“Creo que eso lanzó mi carrera de investigador, al punto que seguí trabajando muchos estudios sobre cáncer en las comunidades latinas”, explicó, resaltando su lealtad también por la Universidad de California en San Francisco, institución que en julio del año pasado le otorgó el premio de Logro Vitalicio en Mentoría.
Indicó que otro gran impulso a favor de las investigaciones médicas en las minorías sucedió gracias a su amistad con el obstetra ginecólogo africano-americano Eugene Washington, quien ahora es el administrador principal del Centro Médico de la Universidad de Duke.

“Ambos mostrábamos el mismo interés pero con dos poblaciones minoritarias distintas”, dijo.

O sea, que cuando el turno llegó de ser entrevistado para el puesto de director del NIMHD, luego de tres décadas investigando el sida y el cáncer en poblaciones latinoamericanas y africano-americanas en San Francisco, ya Pérez-Stable estaba curado de espanto. Cuando le anunciaron en septiembre del año pasado que sería el nuevo director del NIMHD, sabía que el momento era idóneo para tal encomienda. Era un puesto hecho a la medida.

“Y aquí estamos ahora”, sonrió el galeno, la entrevista ya finalizada, no así su vocación por ayudar a la salud de la comunidad latina a la que pertenece.

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