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Compartiendo la ciencia detrás de la salud, la enfermedad y el bienestar

Acabando con la pandemia, un país rico a la vez

Imagen de Reinaldo Franqui Machin
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Con la aprobación de nuevas vacunas contra el COVID-19, el fin de la pandemia se acerca. Pero, dependiendo en qué país vivas, ese final puede estar a varios años de hacerse realidad.

Meses antes de cualquier autorización, diferentes países compraron dosis de las distintas vacunas en desarrollo. Aun si no todas las candidatas a vacunas tuviesen éxito, esta estrategia le brindaría al país dado una mejor oportunidad de asegurar vacunas para su población una vez alguna de estas fuese aprobada. Es como si los países estuviesen apostando por diferentes vacunas en desarrollo, comprando más dosis de los candidatos más prometedores. La lógica es la siguiente: adquirir más vacunas ayudaría a que la población de ese país se vacune más rápido, acelerando el fin de la crisis. Sin embargo, esta compra excesiva de vacunas tendrá efectos nocivos para países menos privilegiados.

Al momento que las vacunas contra el COVID-19 fueron autorizadas, ya los países más ricos habían acaparado la mayoría de las dosis que se producirían en el 2021. Para darte una idea, Canadá compró suficientes dosis para vacunar su población cinco veces, mientras que Estados Unidos podría vacunar cada ciudadano tres veces. En fin, el 14% de la población global tendrá dominio de la mayoría de las dosis que serán producidas para el 2021. Mientras tanto, 70 de los países más pobres solo podrán vacunar una de cada diez personas para el 2021, y se anticipa que algunos no tendrán acceso una vacuna hasta el 2024.

La solución parecería fácil: aceleremos la producción. El problema es que la manufactura ya está acelerada casi al máximo. Actualmente, ya se estima que se producirán unas 5.3 mil millones de dosis de vacunas para el COVID-19 en el 2021. Las vacunas de Pfizer y Moderna, sin embargo, requieren dos dosis por persona y hay aproximadamente 5 mil millones de personas mayores de 18 años en el mundo. Eso significa que se necesitarían unas 10 mil millones de dosis, un total que sobrepasa el doble de la producción global anual actual de casi todas las vacunas juntas. Por esto la sobrecompra de vacunas es tan perjudicial, pues no hay para todos y los países adinerados están acaparando las vacunas de forma no equitativa.

Peor aún, la vacuna de Pfizer requiere congelación a -70°C y la de Moderna -20°C. Mantener grandes cantidades de estas vacunas a temperaturas así de frías requiere facilidades y energía que son inaccesibles en muchos países pobres.

Existe esperanza, pues AstraZeneca tiene una vacuna en camino que es cinco veces más barata porque no necesita almacenamiento tan frío. Esta vacuna será distribuida principalmente a países de escasos recursos. AstraZeneca y otras biofarmacéuticas que están trabajando en nuevas vacunas también han decidido venderlas al costo, incentivando mayor manufactura y acceso para países necesitados. Además, Moderna a decidido no poner en vigor sus patentes para aumentar la producción de la vacuna y poder acabar con esta crisis lo más rápido posible. Por último, la Organización Mundial de la Salud desarrolló un programa llamado COVAX, que busca hacer tratados internacionales para proveer vacunas a países necesitados.

Aun con estos esfuerzos, se anticipa que el 90% de las personas en países pobres no serán vacunados en el 2021. Vale recalcar que es un logro haber desarrollado estas vacunas en tiempo record. Pero una pandemia, por definición, es una crisis internacional y no se solucionará hasta todos tengamos acceso a las vacunas. Por esto debemos continuar apoyando el desarrollo de nuevas vacunas y su diseminación a países necesitados. Si esto no es nuestra prioridad, la pandemia se acabará, pero solo en donde se puede pagar para acabarla.

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