Nos falta “cultura forestal”

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version
Por Gerardo E. Alvarado León / galvarado@elnuevodia.com El Nuevo Día Un refrán popular dice que la gente no cuida lo que no conoce y esas palabras bien podrían explicar por qué los puertorriqueños tienen tan poca o ninguna “cultura forestal”. La “cultura forestal” se define como la relación de uso y dependencia existente entre las personas y los recursos de sus áreas naturales, independientemente de si están protegidas o son privadas. Esa relación pasa de generación a generación y reconoce valores y necesidades de parte y parte. A juicio del dasónomo Edgardo González, desde el momento mismo en que el país obtuvo su primera designación de área natural protegida, el boricua fue separado del bosque. “Ya no había que ir a buscar leña para cocinar, ni había que ir al río para buscar agua o lavar. Se perdió la conectividad e históricamente se ha mantenido esa falta de integración”, dijo González al señalar que quienes se quedaron viviendo en o cerca de las áreas naturales protegidas aún encaran “muchas restricciones”. Puerto Rico cuenta con 116 áreas naturales protegidas, que se dividen en bosques estatales, reservas naturales y refugios de vida silvestre, entre otras. Esas 116 áreas equivalen a 72,740 hectáreas protegidas a perpetuidad, lo que, a su vez, representa apenas el 8% de las 893,762 hectáreas que conforman los terrenos en la Isla. El mínimo de terrenos protegidos debe fluctuar entre 20% y 30%, cifras que ya tienen países como República Dominicana y Panamá. El director del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical (IIDT) del Servicio Forestal Federal, Ariel Lugo, afirmó que el porcentaje tan bajo de terrenos protegidos en Puerto Rico también refleja de la ausencia de una “cultura forestal”. “En Puerto Rico puede haber conciencia de protección, pero los ciudadanos no conocen su patrimonio público”, acotó Lugo, quien recordó que el Bosque Nacional El Yunque fue la primera área natural protegida del País, cuando el rey Alfonso XII de España le dio la designación en 1876. El director ejecutivo del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico, Fernando Lloveras, hizo eco de las expresiones de Lugo y González, y lamentó que los boricuas solo suelen reconocer el valor o la función recreativo de las áreas naturales protegidas. Mentes desconectadas “Están desconectadas las áreas naturales y las mentes también están desconectadas”, dijo Lloveras en referencia a que no hay interconectividad entre los 116 bosques, reservas naturales, refugios de vida silvestre y demás designaciones en el País. Los tres entrevistados y el secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Daniel Galán, exhortaron a la ciudadanía a conocer todos los servicios que ofrecen las áreas naturales protegidas. Estas áreas, dijeron, son el origen de toda el agua que se consume, mejoran la calidad del aire que se respira, ayudan a controlar la temperatura, las inundaciones y las marejadas ciclónicas y sustentan la agricultura. A fin de robustecer la “cultura forestal” nacional y reconocer la importancia de las áreas naturales, Lloveras recomendó a la ciudadanía participar en programas de conservación a través de iniciativas u organizaciones comunitarias. Les pidió, además, conocer las leyes y prácticas de protección ambiental y promover la siembra y reforestación. Galán, entretanto, solicitó prudencia a los visitantes de áreas naturales, a quienes les pidió no cortar, podar o remover árboles o vegetación, evitar perturbar las especies de vida silvestre, disponer adecuadamente de sus desperdicios sólidos y líquidos, no descargar desperdicios en cuerpos de agua, no remover la corteza terrestre y abstenerse de hacer fogatas.