Población de la cotorra puertorriqueña alcanza números récord en el Bosque Estatal Río Abajo

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Por: 

Gerardo E. Alvarado León
(Teresa Canino Rivera)

Por primera vez desde 1992, cuando se estableció el aviario de la cotorra puertorriqueña en el Bosque Estatal de Río Abajo, en este municipio, más de 200 volarán libremente en su hábitat, luego que 60 pichones nacieran en estado silvestre durante esta temporada reproductiva, que se extiende hasta junio.

Esos 60 pichones que integrarán la bandada se suman a otros 53 que nacieron en cautiverio y que, eventualmente, serán liberados o formarán parte del programa de crianza y reproducción que el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) maneja en el bosque.

“Este año, la cantidad de pichones en cautiverio y en estado silvestre va a ser un récord”, celebró la bióloga y líder del Proyecto de Recuperación de la Cotorra Puertorriqueña en el DRNA, Tanya Martínez.

Contando los nuevos pichones, la población cautiva de Río Abajo subió a 250 cotorras, dijo Martínez. Agregó que, previo al inicio de la temporada de reproducción, a principios de enero, la población silvestre se estimó entre 170 y 180 individuos, por lo que, “de aquí a varios meses, habrá más de 200 cotorras” volando libremente en el bosque. “Va a ser la primera vez en la historia de este proyecto que tengamos esa cantidad”, resaltó.

“Son números verdaderamente impresionantes”, continuó, tras afirmar que “los 60 pichones que se unirán a la bandada representan el objetivo de este proyecto, que es lograr que la cotorra vuele en libertad en su estado natural; y el aumento en cautiverio también es significativo, porque esa producción es el motor que mueve todo lo demás… de ahí, es que podemos tener las cotorras que eventualmente vamos a liberar”.

Por primera vez, más de 200 volarán libremente en su hábitat natural en Utuado.

De acuerdo con la bióloga, las cifras de este año superan las de la temporada pasada, cuando nacieron 30 pichones en cautiverio y 60 en estado silvestre. “Aquí, en Río Abajo, sentimos que cada año es un nuevo logro”, expresó.

El 75% de los pichones que nacen en estado silvestre sobrevive, por lo menos, un año “por ser un ambiente natural y de más reto”, indicó. En cautiverio, la sobrevivencia sube a 90%.

Peligro crítico de extinción

Pese al éxito de las reproducciones en cautiverio y las liberaciones, Martínez destacó que la cotorra puertorriqueña (Amazona vittata) continúa en peligro crítico de extinción. La cotorra está protegida por la Ley federal de Especies en Peligro de Extinción, que tipifica como delito matarlas, molestarlas, atraparlas o venderlas, entre otras acciones.

“Es una especie única, endémica de Puerto Rico… un patrimonio nacional y, por eso, es importante cuidarla”, dijo, al recordar que, en la década de 1970, apenas había 13 cotorras en la isla.

Esas 13 cotorras estaban en el Bosque Nacional El Yunque, donde nació, en 1973, el Proyecto de Recuperación, con el establecimiento del primer centro de reproducción en cautiverio. Actualmente, El Yunque y Río Abajo tienen aviarios y poblaciones silvestres. Una tercera población silvestre –la más pequeña– está en el Bosque Estatal de Maricao.

“Tenemos números que la gente jamás hubiese esperado para una especie que se pensaba que se iba a extinguir. Haber llegado a este punto histórico nos llena de esperanza”, pero aún falta trabajo por hacer, sostuvo Martínez.

En la misma línea, Ricardo Valentín, biólogo y avicultor del DRNA, dijo que la cotorra enfrenta varias amenazas, entre estas, la depredación por aves rapaces, como el guaraguao de bosque y los falcones migratorios. Empero, este riesgo merma a medida que la bandada crece, ya que “hay más ojos y oídos pendiente”.

Otras amenazas incluyen la pérdida de hábitat por deforestación y la falta de árboles con el tamaño y diámetro adecuados para anidamiento, “pero eso es más fácil manejarlo”, sostuvo Valentín.

Un delicado proceso

Martínez, Valentín y Brian Ramos, también biólogo del DRNA, coincidieron en que, sea en estado silvestre o cautiverio, la reproducción de la cotorra –que ocurre solo una vez al año– es un delicado proceso, que requiere monitoreo constante.

El pasado jueves, cuando El Nuevo Día visitó el Aviario Dr. José Luis Vivaldi, los expertos explicaron que la especie hace su nido en cavidades existentes. Allí, la hembra coloca de dos a cuatro huevos, que son incubados por 28 días. La hembra los rota cada 15 minutos, “porque los pollitos se pueden pegar a la cáscara”, dijo Valentín.

Añadió que, al nacer, los pichones piden comida cada 45 a 60 minutos, y así pasan una semana, subiendo de peso 10 gramos al día. “Los pollitos crecen casi hasta el tamaño de un adulto en los primeros 30 días y, en los próximos 30 días, desarrollan el plumaje. Más o menos después de los 70 días, salen del nido. El desarrollo es increíblemente rápido, y el trabajo de los padres es muy duro”, resaltó.

En cautiverio, las cotorras son ubicadas en unas jaulas de reproducción especialmente diseñadas para ellas e incluyen un nido. Ramos indicó que, a diferencia de hace 30 años, cuando en Río Abajo había pocos individuos y “se forzaban las parejas”, ahora hay “suficiente número de cotorras solteras y ellas pueden escoger” con quién reproducirse. “Esto aumentó la fertilidad y la capacidad de las parejas de criar sus propios pichones”, dijo.

Mientras, en estado silvestre, se colocan cavidades artificiales de PVC en los árboles para que las cotorras hagan sus nidos, que son examinados semanalmente. Entre otras cosas, los biólogos del DRNA pesan a los pichones para confirmar que están desarrollándose como se supone.

En Río Abajo, las liberaciones iniciaron en 2006. Antes de volar libremente, las cotorras pasan de seis meses a un año en una jaula de transición, en la que, al momento, hay nueve individuos.

Reconstrucción en curso

De otra parte, la secretaria interina del DRNA, Anaís Rodríguez, indicó que el aviario de Río Abajo y las instalaciones de Maricao iniciaron reconstrucción este mes, a raíz de los daños causados por el huracán María en 2017.

Para las obras, que se completarían en un año si los materiales se reciben a tiempo, la agencia tiene un presupuesto de entre $9 millones y $11 millones (fondos federales).

“Se estarán solicitando fondos adicionales en el nuevo presupuesto, y esto es parte de los esfuerzos para que fiscalmente el proyecto continúe con éxito. Las obras de reconstrucción nos permitirán mejores localizaciones, que haya espacio para que las personas puedan venir, orientarse, ver las cotorras, y tener mejores espacios científicos”, dijo.

Rodríguez aplaudió “que se han triplicado los números” de la cotorra, “una especie por la que sentimos orgullo”.

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