Reforestación en la vitrina

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Limarys SUÁREZ Torres / lsuarez1@elnuevodia.com

A pesar de que durante los pasados 20 años Puerto Rico ha tenido agresivas campañas de reforestación –con más de 13 millones de árboles sembrados– aún el país sufre de inundaciones urbanas, calor, ruido ambiental y nuestros cuerpos de agua están llenos de sedimentos que reducen las aguas limpias y que terminan en el mar asfixiando los arrecifes de coral.

Y es que todas estas campañas de reforestación masiva, desde el exgobernador Pedro Rosselló hasta la pasada administración de Luis Fortuño, han estado centradas en sembrar árboles donde los ciudadanos puedan observar los esfuerzos del Gobierno en pro del ambiente en vez de lugares donde estas plantaciones provocarían un efecto multiplicador de beneficios para el país.

Como parte de la conmemoración del Día del Planeta Tierra, El Nuevo Día evaluó junto con expertos ambientales las diversas campañas de reforestación que comenzaron con Rosselló bajo el programa Sembrando por Puerto Rico, un esfuerzo centralizado en sembrar seis millones de árboles a un costo de $50 millones.

“Todas las campañas de reforestación son buenas y todo plan para mejorar el ambiente hay que aplaudirlo. Lo que ha sucedido con esas siembras es que no han estado enfocadas en las áreas donde más se necesita. Es más fácil sembrar donde se ve bonito, y eso es en la zona urbana. Y donde más se necesita es en la zona rural, en las cuencas hidrográficas”, reconoció Rodrigo Matta, director del Negociado Forestal del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).

Matta, quien ha participado de todas las campañas de reforestación, puntualizó que, aunque siempre los árboles ayudan al ambiente, donde más beneficio el país podría sacar de estas reforestaciones son en las cuencas y en los corredores ecológicos para mantener la conectividad de las áreas forestales.

“La clave está ahí. Las áreas rurales son las que más necesitan reforestar, en especial las cuencas. Todos los cuerpos de agua nacen en la montaña, en la cuenca, con las quebradas, luego los ríos hasta llegar al embalse. Si protegemos toda esta zona, protegemos que nuestros embalses no se llenen de sedimentos, y tendremos aguas más limpias. Además, cuando el río desemboque, las costas no se dañarían con tanto sedimento, y los arrecifes de coral y esa vida marítima se podría preservar”, explicó.

Bajo el programa de reforestación Sembrando por Puerto Rico, el más agresivo en los pasados 20 años, pero el único que tuvo una asignación de $50 millones solo para este fin, el Gobierno plantó más de seis millones de árboles en las distintas salidas de las autopistas, los cascos urbanos y atendió en un principio las necesidades de los agricultores para defender los cuerpos de agua.

“Es la iniciativa más agresiva en la historia por parte del Gobierno con relación a la protección del ambiente. Fue un proyecto en el que, además de sembrar, compramos terrenos con valor ecológico como las Salinas de Cabo Rojo, mejoramos y mecanizamos nuestro vivero, mejoramos las semillas, compramos equipo y maquinaria para el mantenimiento de los árboles. De ahí surge el bosque de San Patricio y el bosque del Nuevo Milenio, en Río Piedras. Fue un programa muy exitoso”, destacó Daniel Pagán, ingeniero químico y exsecretario del DRNA del 1996 al 2000.

Según cifras de Recursos Naturales y Ambientales, de un total de seis millones de árboles plantados bajo este programa un 85% de la siembra sobrevivió. Esto significa que la cubierta forestal aumentó en 5.1 millones de árboles en el periodo del 1996 al 2000.

El próximo programa de reforestación se llamó Floresta bajo la administración de la exgobernadora Sila María Calderón, durante el cuatrienio del 2000 al 2004, y fue un esfuerzo interagencial entre el DRNA, la Autoridad de Energía Eléctrica y el Departamento de Transportación y Obras Públicas.

El director del Negociado Forestal del DRNA explicó que este programa fue una combinación de reforestación y ornamentación, y su meta fue sembrar dos millones de árboles y plantas.

Según cifras del DRNA, este programa tuvo 78% de supervivencia.

“Floresta fue un programa más de belleza y se enfatizó en las carreteras y las zonas urbanas. El proyecto no tuvo un impacto en el pueblo, no había un monitoreo estricto de la siembra. La mentalidad era embellecer las áreas y no se enfatizó en la conservación”, subrayó Matta.

Entonces, llegó otro programa de reforestación con la administración del exgobernador Aníbal Acevedo Vilá, del 2004 al 2008, que se llamó Verdor 100 x 35, y cuya meta fue sembrar cuatro millones de árboles.

Al final, tuvo 87% de supervivencia.

“Se comenzó a reforestar la interfase, que son esas áreas entre las zonas urbanas y las rurales que carecían de vegetación. Fue grandiosa la aceptación del público. Se comenzó a cubrir un poco las zonas costeras, y es el proyecto que comienza con las alianzas privadas y con las comunidades. Ahí estuvo el mayor impacto del proyecto”, recordó Matta.

El extitular del DRNA, que implementó Verdor 100 x 35, Javier Vélez Arocho reconoció que todas las campañas de reforestación siempre son positivas, pero han estado enfocadas en áreas que no representan en el mejor beneficio al medioambiente.

“Ayudan, pero no en lo que uno quisiera. Los esfuerzos de reforestación deben enfocarse en fincas privadas y en las cuencas hidrográficas para así poder proteger el recurso agua y el recurso forestal”, dijo Vélez Arocho.

¿Y por qué bajo su dirección del DRNA no optó por reforestar estas áreas que representan más beneficios al medioambiente?, cuestionó El Nuevo Día.

“Siempre es más complejo trabajar con dueños privados y se buscan áreas públicas porque es más fácil el acceso y potencialmente el mantenimiento”, apuntó.

Durante la pasada administración del exgobernador Luis Fortuño también se implementó un programa de reforestación, que se llamó Puerto Rico Verde, cuya meta fue sembrar un millón de árboles. Tuvo un 85% de supervivencia.

Matta explicó que este programa de reforestación se concentró en sembrar árboles con mayor potencial de supervivencia al medir entre cuatro y seis pies de altura.

“Un árbol que se ve es difícil que lo maten. Aquí no hubo que buscar áreas de reforestación a lo loco y la gente venía a buscar los árboles para ellos mismos sembrarlos. El porciento de sobrevivencia va a ser mayor cuando sale de ti la siembra. Se concentró en las zonas urbanas y en las costas, y toda la producción eran especies nativas. Tuvo un monitoreo bien efectivo y agresivo”, mencionó.

Además, con esta iniciativa se sembraron por primera vez más de 5,000 árboles de mangle, una siembra mucho más especializada y complicada de lograr su supervivencia.

El exsecretario del DRNA en la administración de Fortuño, Daniel Galán Kercadó, defendió el programa de reforestación que sobrepasó la meta de un millón en el que involucraron a la comunidad, las iglesias, compañías privadas para que se hicieran cargo de la siembra y del mantenimiento.

“Sembramos en nuestros bosques y reservas, en parques municipales, en lugares cerca de la costa y en los 78 municipios y también sembramos árboles de mangle. En el Corredor Ecológico del Noreste, ahora la Gran Reserva del Noreste, se sembró más de 4,000 árboles en los terrenos que adquirió el departamento. Integramos la comunidad y le dimos responsabilidad a la gente”, apuntó Galán Kercadó.

El Nuevo Día hizo un recorrido por las distintas siembras que se realizaron con todos estos proyectos por varios pueblos de la zona norte y comprobó que muchos de los árboles plantados están con vida en las salidas de la autopista De Diego, en el dique de Barceloneta, en rutas rurales de Florida y por una finca privada en Morovis.

Carmen Guerrero, actual secretaria del DRNA designada, puntualizó que su prioridad será reforestar las cuencas hidrográficas para proteger el recurso agua.

“Dentro de los cuerpos de agua debe de haber una franja de amortiguamiento y esa es la prioridad. Hay que implementar mejores prácticas para el control de la erosión y la sedimentación”, dijo Guerrero.

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