SOS por una joya natural

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Aurora Rivera Arguinzoni / arivera@elnuevodia.com

En medio de la congestionada zona metropolitana de San Juan existe una rareza de la naturaleza formada hace más de 15 millones de años, un lugar que muy pocas personas han tenido la oportunidad de visitar y muchas menos de atesorar, un espacio donde parece haberse congelado el tiempo: el islote Guachinanga.

Se trata del único cerro de piedra caliza rodeado por agua que hay en Puerto Rico y uno de pocos en el mundo. El mogote de forma irregular y unos tres acres de extensión se encuentra en la laguna San José de San Juan, al este de la Península de Cantera, aunque escorrentías que por décadas han llegado desde lugares tan lejanos como Trujillo Alto crearon un camino de basura en el caño que lo separaba de la tierra.

Entre sus riquezas figuran fósiles de corales, aves poco vistas en la zona y árboles endémicos, es decir, que su existencia solo ha sido documentada en Puerto Rico, como el ortegón.

“No hay evidencia de que esta especie de árbol exista en alguna otra parte del planeta Tierra de forma natural. En Puerto Rico, de donde es endémico, donde único queda es en la zona este de Puerto Rico: Humacao, Yabucoa, Fajardo y el área del Corredor Ecológico del Noreste, y el otro lugar es aquí, en la isla de la Guachinanga”, explicó el científico ambiental y social Fernando Silva.

El director del Instituto de Ciencias para la Conservación de Puerto Rico destacó lo extraordinario que resulta que en plena zona metropolitana, donde la destrucción de recursos naturales ha sido la norma, haya sobrevivido un territorio de tal pureza genética. “Es una especie de burbuja en el tiempo, en la historia, un paréntesis, porque guarda, conserva, lo que pudo haber sido la vida tal cual fue en un momento dado. Las formas de vida que hoy existen son las que pudieron haber estado (siglos atrás) y eso es una realidad muy difícil de encontrar en la zona metropolitana”, recalcó Silva.

Camino de basura

Durante una visita ayer al islote Guachinanga junto al director ejecutivo del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan, Javier Laureano, y representantes de la Corporación para el Desarrollo Integral de la Península de Cantera, Silva hizo la salvedad de que, aunque hubo extracción de roca caliza durante el siglo XIX y alguna que otra familia llegó a habitar el cerro, la vegetación nativa ha podido recuperarse.

Sin embargo, el camino de basura que se ha formado entre el islote Guachinanga y Cantera –en lo que antes era un caño– está dando paso a especies invasoras que amenazan la vida de las especies nativas y de aves migratorias. Por ello, destacaron la urgencia de dragar el canal, un proyecto que esperan comenzar en enero de 2014 y cuyo costo estiman en $500,000. Para lograrlo, solicitaron a los contribuyentes hacer donativos a través de una opción que desde 2010 aparece en la planilla de contribución sobre ingresos.

El dragado y la conservación del canal, permitirían, a su vez, dar paso al desarrollo de iniciativas turísticas y educativas.

“Las personas van a poder descubrir este pequeño bosque. Cuando uno se interna aquí, y se relaciona con la naturaleza de esta manera, no se da cuenta de que está en medio del área metropolitana. Vamos a abrirles una ventana de esparcimiento, tanto a los residentes del área metro como de Puerto Rico, y sirve también de motor para crear empleos en el área”, proyectó Laureano.

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