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Compartiendo la ciencia detrás de la salud, la enfermedad y el bienestar

Necesitamos más pruebas en Puerto Rico

Imagen de Giovanna Guerrero-Medina
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Publicado en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración entre CienciaPR y ese periódico.

“Tenemos suficientes pruebas”. Ese fue el mensaje el viernes pasado del Task Force Médico de la gobernadora al anunciar que se habían comprado 1.4 millones de pruebas. Debo admitir que, aunque me sorprendió, la noticia me llenó de esperanza. Llevo semanas trabajando con un grupo de científicos académicos, instituciones de salud pública y laboratorios privados buscando maneras de aumentar la capacidad local de realizar las pruebas moleculares que son el “estándar de oro” del diagnóstico del COVID-19. Sé de primera mano que hay escasez de reactivos para estas pruebas a nivel mundial y que las compañías priorizan pedidos oficiales de estados y jurisdicciones.

Desafortunadamente, el diablo está en los detalles, y el detalle es que no todas las pruebas son iguales.

De las pruebas adquiridas, 1.35 millones son pruebas de sangre (las llamadas “pruebas rápidas”), que detectan la presencia de anticuerpos contra el virus con solo un pinchazo del dedo en la oficina de un médico. Aunque rápidas y costo-efectivas, estas pruebas tienen un uso limitado porque el cuerpo tarda días en montar una respuesta inmunológica después de una infección. De hecho, estudios indican que estas pruebas no funcionan bien en personas que llevan menos de cinco días con síntomas, precisamente el periodo más contagioso. Un resultado negativo, por lo tanto, no descarta que el paciente tenga el virus.

Las pruebas de sangre tampoco funcionan para monitorear al personal médico que pone su vida en riesgo y que podría transmitir el virus sin saberlo; para evaluar contactos recientes de personas infectadas; o para saber la carga viral de pacientes de COVID-19 en el ICU. En fin, aunque mejor que nada, estas pruebas, que no han sido aprobadas por la FDA, no son las mejores para diagnosticar ni para saber cómo vamos en la pandemia.

El resto de las 50,000 “pruebas moleculares” ordenadas resultaron no ser pruebas, sino hisopos (palitos) para recolección de muestras humanas antes de enviarse a laboratorios en Estados Unidos para análisis. La fila de espera en estos laboratorios es de 7-8 días—una espera inaceptable cuando se trata de resultados que afectan el tratamiento de pacientes, la seguridad del personal médico, o las ordenes de aislamiento. 

Hablemos claro. Necesitamos poder realizar más pruebas moleculares en Puerto Rico. Cada día que pasa sin que Puerto Rico aumente su capacidad, es un día más que ponemos en riesgo la salud de los puertorriqueños. Es un día más que tendremos que extender toques de queda y clausuras que impactan nuestra precaria economía. 

Es importante reconocer que ni el Departamento de Salud, ni ningún laboratorio clínico académico o privado, por su cuenta tienen la capacidad para hacer el número de pruebas moleculares que Puerto Rico necesita. Pero Puerto Rico sí tiene la capacidad de realizar estas pruebas si unimos los recursos, y coordinamos los esfuerzos. Además de Laboratorios Toledo, que ya realiza pruebas moleculares en Puerto Rico, hay al menos cinco laboratorios más con la instrumentación, el personal, las facilidades y las aprobaciones federales necesarias para realizar las pruebas.  Potenciar estas entidades significaría que se pudiesen realizar al menos 1,000 pruebas más al día en nuestro archipiélago.  

Para que Puerto Rico pueda enfrentar esta pandemia (y otras por venir), se necesita una estrategia nacional que integre todos los sectores y recursos que tenemos a nuestra disposición. Los estados de Nueva York, Washington y Luisiana entienden este concepto bien. Esas jurisdicciones han colaborado con universidades y con la industria privada para complementar y aumentar las pruebas que los laboratorios estatales pueden hacer. 

La comunidad científica y los laboratorios clínicos están listos para colaborar. Es hora de que el gobierno asuma el importante rol que debe jugar, el de facilitar y agilizar el desarrollo de la capacidad local de diagnóstico. 

La autora es directora ejecutiva de Ciencia Puerto Rico.

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