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Faltan datos y transparencia ante la pandemia de COVID-19

Imagen de Mónica Ivelisse Feliú-Mójer
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Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración entre CienciaPR y el periódico.

Si nos dejáramos llevar por algunos de los informes oficiales del gobierno, la pandemia de COVID-19 parecería estar evolucionando a la inversa en Puerto Rico. El lunes, 30 de marzo, el Task Force Médico reportó que la cifra de casos positivos confirmados en la región de Caguas ascendía a 26. Sin embargo, el 31 de marzo el Task Force reportó 19 casos en la misma región, en lo que luego admitieron había sido un error numérico.

Si el gobierno de Puerto Rico fracasa en cosas tan básicas como reportar con precisión el conteo de casos positivos de COVID-19, ¿qué podemos esperar? 

Mientras que las medidas agresivas de aislamiento impuestas han sido acertadas, el país todavía carece de suficientes pruebas que nos permitan conocer cuántos casos de COVID-19 verdaderamente hay. El país aún no tiene cifras de cuántas camas de cuidado intensivo, ni de cuántos ventiladores hay disponibles en los hospitales. Puerto Rico carece de estadísticas sobre cuáles son las poblaciones más vulnerables a este coronavirus. No tenemos una idea clara de cuántas personas han desarrollado síntomas severos. Carecemos de un panorama demográfico claro de quienes están siendo más afectados por el virus en Puerto Rico. 

No queda duda —y el gobierno por fin lo admite— que en Puerto Rico hay contagio comunitario de COVID-19. ¿Desde cuándo? Probablemente nunca sabremos. El nuevo Secretario de Salud ha admitido que su departamento no está rastreando a los pacientes positivos a COVID-19. O sea, que para un virus que es sumamente contagioso, no sabemos con quienes han tenido contacto los pacientes, en dónde han estado, cómo ha progresado su enfermedad. Tampoco tenemos datos para entender las cadenas de transmisión y los patrones de infección. El gobierno anunció que esta semana “estrenaba” un sistema de rastreo, pero al igual que con las pruebas, seguimos esperando que arranque.

Hace ya dos semanas, científicos y salubristas de Ponce Health Sciences University y el Fideicomiso de Salud Pública establecieron una encuesta para que la población auto-reporte síntomas de COVID-19. Encuestas como esta son una herramienta de vigilancia epidemiológica, que, aunque no reemplazan un sistema de rastreo (que es más sofisticado y complejo), proveen datos valiosos para informar la respuesta a la pandemia. ¿Por qué el gobierno no tiene tan siquiera sistemas de vigilancia como este? ¿Por qué no han modificado mecanismos de vigilancia existentes para la influenza y el dengue para el COVID-19? 

En una pandemia, cada minuto que pasamos sin información se traduce en vidas en riesgo. La gobernadora Wanda Vázquez Garced dice que su prioridad es salvarlas. Pero, para poder hacer esto con éxito, hace falta mucho más que palabras y toques de queda. Puerto Rico necesita datos que sean recopilados y divulgados con precisión, agilidad y transparencia. Si hay algo que aprendimos los puertorriqueños después del huracán María es que la falta de transparencia no sólo es indignante, sino mortal. O al menos eso aprendimos la mayoría de los boricuas. Está por verse si los que nos gobiernan se saltaron esas lecciones.

La autora es neurocientífica y comunicadora. 

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