Aguas turbias para beber

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Por: 

Aurora Rivera Arguinzoni/ arivera@elnuevodia.com

El hedor de las aguas sucias que llegan de Carraízo se percibe en el área donde la airean disparándola por decenas pequeñas fuentes.

Parece una obra paisajista pero, en realidad, es el principio del proceso para purificar y hacer potable el agua que se extrae del  lago, que por segunda vez en 20 años está en niveles críticos, sedimentado y con casi el 20% de su superficie cubierta por jacintos.

Aún así, Carraízo provee del líquido vital a unas 500,000 personas diariamente.

Una vez disparada por los pequeños tubos el agua cae en tanques donde empleados de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) en la Planta de Filtración Sergio Cuevas le aplican sustacias que remueven partículas sólidas suspendidas en ella y pasa a un área de decantación para que esas partículas y la materia orgánica caigan al fondo. De ahí, finalmente el agua pasa a los filtros.

“Los filtros son como una piscina que tiene arena y carbón activado. El agua va de arriba hacia abajo y las partículas permanecen en la arena y en el carbón. Abajo sale el agua filtrada, que luego pasa a los tanques de cloro y se va clorinando para luego pasar a los dos tanques de almacenaje de 13 millones de galones cada uno, y de ahí pasa a la gente”, detalló el presidente ejecutivo de la AAA, Alberto Lázaro.

Ayer El Nuevo Día visitó la Planta de Filtración de Sergio Cuevas, donde recientemente se agregó un eslabón a la cadena: la purificación y reutilización del agua con la que se limpian los 24 filtros de la planta, que finalmente también es aprovechada.

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